Mai y la Disautonomía - Mi Viaje

Ahora sí...el momento más temido (por mí) …mi viaje con la disautonomía.

 

Desde los 8 años empecé con problemas; estuve 2 años de doctor en doctor hasta que mi pediatra me mandó con un neurólogo. Me hicieron un electroencefalograma, no salió bien y empecé con un tratamiento que me cayó fatal. Buscamos la opinión de otro doctor en México, el Dr. Enrique Otero, y me estuvo tratando por un tipo de epilepsia hasta los 18 años.

 

En universidad todo estuvo bien, tenía días que me sentía mal, pero eran muy aislados. Fue hasta la maestría que un día me empecé a sentir PÉSIMO; pasaron los días y no se me quitaba. Le dije a mi mamá “tengo que ir con un neurólogo”. En este sentido, tuve mucha suerte, porque, por la sensación que tenía, como me recordaba a la de cuando era chiquita, fui directo al neurólogo; otros pacientes tardan AÑOS brincando de doctor en doctor, que los traen como papas calientes.

 

Tuve que buscar un nuevo neurólogo porque el Dr. Otero había fallecido. Llegué con todos mis estudios de cuando era chica con este nuevo neurólogo, nunca los vio, y solo me dijo “Tienes disautonomía”. Me mandó a hacer la famosa prueba de inclinación, pero nunca un electroencefalograma.

 

La prueba de inclinación es el estándar de oro para el diagnóstico de varias disautonomías, así como muchos otros desórdenes cardíacos. Literalmente te acuestan (amarran) a una mesa, y la van inclinando lentamente hasta que llega a 70 grados y ahí la paran mientras te están midiendo el pulso y la presión.

 

El punto de esta prueba es que 70 grados no es una posición a la que tu cuerpo esté acostumbrado, entonces entra en lo que se llama “estrés ortostático”, que es una manera rebuscada para decir que ponen a prueba los sistemas del cuerpo para ver cómo responden al tener que encontrar el equilibrio en una posición a la que no están acostumbrados.

 

La prueba normalmente dura 40 min, y si en ese tiempo no te sientes mal, te dan un vasodilatador, para aumentar el estrés y te siguen monitoreando por 15-20 min más (éste es el protocolo "clásico"; el "acelerado" son 20 min, estimulación farmacológica y 20 min más).

 

El caso es que en esa prueba el corazón me dejó de latir algunos segundos a los 3 minutos (asistolia) y pues concluyeron que tenía disautonomía. En ese momento el diagnóstico era “Síncope Neurocardiogénico de tipo mixto con predominancia del componente cardio-inhibitorio (Tipo 2B VASIS)”. Es decir, que me apagaba.

 

Curiosamente, en ese entonces, estaba estudiando mi Maestría en Ciencias en la UNAM, justamente en Neurobiología. Entonces me puse a estudiar...fui muy afortunada porque esto me permitió tener acceso a contenidos especializados que no están disponibles para el público en general.

 

Para mi sorpresa había UNA SOLA PÁGINA en los libros de medicina para cubrir TODOS LOS DESÓRDENES DEL SISTEMA AUTÓNOMO. ¡UNA! ¡No lo podía creer!

 

El neurólogo me fue recetando, punto por punto, tal cual lo que decía esa página del libro de medicina. Sin embargo, yo me seguía sintiendo pésimo…él me decía que era ansiedad.

 

Al pasar un año, regresé con el cardiólogo que me realizó la prueba de inclinación, el Dr. Enrique Asensio. Fue una de las mejores decisiones de mi vida. El Dr. Asensio había estado encargado de todas las mesas basculantes en el Instituto de Nutrición; adicionalmente, su especialidad es la electrofisiología (dentro de las especialidades que pueden hacer los cardiólogos, ésta es la idónea para las disautonomías) y es de los pocos médicos mexicanos que realiza investigación en estos temas.

 

Él, electrofisiólogo y yo neurobióloga; nos entendimos perfecto. Él me explicó que no estaba loca. Me explicó porqué sentía lo que sentía…y lo hizo científicamente (esa parte únicamente es un plus para mí, jaja).

 

Siempre estuvo siguiendo mi caso y buscando maneras de que pudiéramos controlar los síntomas y pudiera yo tener la mejor calidad de vida posible. Y tan fue así, que, terminando la Maestría, dejé momentáneamente la ciencia para trabajar en una de mis grandes pasiones…el automovilismo deportivo. Estuve 4 años trabajando en eso, con presión y horas locas, pero siendo la más feliz y realizada. Si bien era cierto que tenía que hacer MUCHAS cosas detrás del telón para aguantar el ritmo, de alguna forma u otra, lo lograba.

 

Un día amanecí sintiéndome muy mal, yo pensé que era uno de esos días complicados de los que solía tener (con respecto al cómo me sentía), pero acabé en el hospital. Me dijeron que tenía apendicitis. Me operaron y resultó ser peritonitis por una hemorragia interna ocasionada por un quiste que se reventó; mi bendita apéndice fue la que avisó.

 

Para no hacerles el cuento largo, al día siguiente no pude pararme ni ir al baño. Me tuvieron que sondear y estuve más de una semana en el hospital porque no lograba pararme a caminar. Cuando lo logré, me acuerdo que el pasillo del hospital me parecía kilométrico y no aguantaba más de 5 metros caminando. Siempre atrás de mí iba una enfermera con una silla para que me pudiera ir sentando. Yo no podía creer que a mis veintitantos no fuera capaz de caminar 10 metros.

 

Ese año estuve en el hospital 4 veces más y tuve 17 (sí 17) infecciones en vías urinarias; o una muuuy larga, depende de como uno lo quiera ver, porque el culpable era un bicho resistente a todo. Estuve 500 días seguidos con antibiótico, bajé muchísimo de peso y seguía teniendo muchísimos problemas para ir al baño. En ese entonces me dijeron que era normal porque, con tanta infección, la vejiga estaba muy inflamada y por eso probablemente era la disfunción.

 

Se podrán imaginar que durante todo ese tiempo me sentía…no tan bien que digamos…

 

Al año siguiente se logró controlar la infección, pero la disfunción de la vejiga seguía empeorando. La solución que me daban era realizarme cateterismos intermitentes. Tenía 27 años... Antes de comenzar ese tratamiento, mi familia y yo acordamos que buscaríamos las opiniones de 3 urólogos más; a ver si 2 de ellos coincidían.

 

Yo quería encontrar un neuro-urólogo, que pudiera entender mejor el rol que la disautonomía pudiera tomar en esto. Pero cabe destacar que, si de por sí casi no hay urólogos funcionales en México, menos neuro-urólogos; ¡pero encontré uno! El Dr. Arturo García Mora que se había especializado en Inglaterra, que es el lugar líder en esta especialidad.

 

Arturo me recomendó implantarme un neuroestimulador sacro (como un marcapasos) que lo que haría era estimular los nervios que llegaban a la vejiga para poder ayudar a “suplir/complementar” las señales que llegaban  “defectuosas” a la vejiga (a falta de mejores palabras) y que ésta pudiera hacer su chamba correctamente. Obviamente, al escuchar la palabra “marcapasos” uno se espanta y el implantártelo resulta muy abrumador; por lo que, siempre de la mano con Arturo, quise intentar otras alternativas/enfoques/tratamientos. Pero, éstos no funcionaron…así que 2 años después me lo decidí poner. ¡Santo remedio! Literal mis problemas urinarios se fueron y dejaron de ser parte de la ecuación…¡Como  por arte de magia!

 

Pero bueno, haciendo una pausa de ese síntoma en particular, yo cada día estaba peor, me sentía más y más mal, tenía más y más síntomas y tenía un agotamiento que a la fecha no puedo explicar. Y tuve que tomar la decisión más difícil de mi vida…dejar el trabajo que tanto amaba. Por más que fuera el trabajo de mis sueños, tenía que enfrentar la realidad de que mi cuerpo ya no aguantaba ese ritmo de vida.

 

Estuve un año sin trabajar, intentando hacer cambios en mi vida para sentirme mejor. Pasó el tiempo, se presentó una oportunidad, y consideré que ya estaba lo suficientemente bien para regresar al trabajo.

 

Sin embargo, mi cuerpo no estuvo muy de acuerdo. Empecé a tener bradicardias (pulso bajo) severas en momentos de actividad, llegando a tener 26 latidos por minuto mientras hacia ejercicio y 33 manejando (lo normal, estando en reposo, es de 60 a 100 latidos por minuto). 

 

Mis papás se espantaron y me apoyaron para irme a Monterrey a ver a un cardiólogo “muy reconocido”; no entraré en detalles porque me enojo, pero digamos que comprobé la falta de información que tienen los médicos en estos temas, así como el estigma que presentan estas enfermedades. Este cardiólogo me dijo que lo que tenía era que estaba deprimida, porque “obvio alguien que haya vivido lo que tú, estaría deprimido”…pero todo pasa por algo… Me mandó a ver a una doctora que “era la mejor del mundo en su área” (sí lo es) y que ella “veía muchas disautonomías”; nunca me dijo la especialidad de la doctora: Desórdenes Alimenticios. ¡No saben el coraje!

 

Fui con la doctora, y es uno de los ángeles más grandes que me he encontrado en mi vida. Cuando entré a consulta, la Dra. Eva Trujillo me dijo que ella no podía dejarme ir sin ver cómo me ayudaba. Al escuchar mi caso, me mandó con un neurólogo. Me dijo que, adicionalmente, ella creía que tenía un desorden alimenticio bastante raro, que no tiene nada que ver con el peso e imagen corporal, que se llama ARFID (Avoidant/restrictive food intake disorder). Básicamente, en mi caso, es que le tenía miedo a la comida porque me hacía sentir muy mal. Cuando me explicó qué era, no pude más que decir “sí, suena lógico”. Estaba comiendo poquito porque uno de los síntomas que tengo es Gastroparesis, que es que se me paraliza el estómago y no puedo digerir; y, por otro lado, estaba comiendo poquitas cosas porque con tanto antibiótico, obviamente, TODO me caía mal; entonces deje de comer todo lo que según mi cabeza me podía enfermar. Esto, tomando en cuenta que lo venía arrastrando en años, había resultado en una desnutrición severa que no ayudaba a la causa. Y comencé tratamiento con ella y su equipo, y orgullosamente puedo decir que ¡Ya me dieron de alta! ¡Prueba superada! (Como nota adicional; no crean que el cardiólogo antes mencionado fue visionario y sabía que iba a tener eso; la siguiente vez que lo vi me dijo que la Dra. le había marcado muy emocionada por mi caso y que "me empezó a explicar todo el caso y las cosas raras y yo la verdad no tenía tiempo y le colgué"...verbatim...)

 

Lo importante aquí, es que me mandó al neurólogo. Por fin me hicieron el electroencefalograma que 8 años antes no me habían querido hacer, y, sorpresa, salió pésimo. Como no se había tratado el problema en años, éste había crecido y había que tratarlo urgentemente antes de que hubiese más complicaciones. Empecé el tratamiento, pero me cayó pésimo. Sin embargo, por primera vez en años, tuve esperanza. El neurólogo me dijo que tenía epilepsia, pero que las crisis en vez de presentarse como convulsiones normales, se presentaban sobre el Sistema Nervioso Autónomo… por lo tanto, si éstas se controlaban, mi disautonomía se controlaba.

 

Sin embargo, para la siguiente consulta me dijo que siempre no, que no creía que fuera eso.

 

En este punto, yo no estaba nada bien y Juanjo (mi esposo) y yo ya estábamos desesperados. Fue entonces que decidimos ir a la Conferencia Internacional de Disautonomía. Ahí decidimos hacer la fundación, pero también coincidimos en que era imperativo seguir luchando por mi diagnóstico.

 

Lo importante del diagnóstico es, que, al tenerlo, puedes tener las herramientas para tener la mejor calidad de vida posible.

 

De ahí fue donde llegué con el Dr. Bernardo Cacho, mi actual neurólogo, quien me tomó enserio y se volcó a encontrar el diagnóstico correcto.

 

Estos últimos meses han sido de hospitales y estudios, pero ya vamos avanzados. Lo que sí, es que, normalmente lo común es que haya un padecimiento que explique todo, pero aquí, al parecer, son varios.

 

Al momento mis diagnósticos son los siguientes:

  1. Epilepsia: Epilepsia Autonómica, Insular y Fronto-Temporal
  2. Fibromialgia
  3.  Síndrome de Ehlers Danlos (del tipo hiper móvil)
  4.  Síndrome de Fowler
  5.  Vejiga Neurogénica
  6.  Gastroparesia
  7.  Gastritis
  8.  Duodenitis
  9.  Esofagitis
  10.  Colitis Espástica
  11.  Baja motilidad y absorción intestinal
  12.  Disautonomía Primaria (es decir que no saben qué es, pero es “complejo” jaja y me afecta prácticamente todos los sistemas) a partir de la cual además se derivan Taquicardia Postural Ortostática, Síncope Neurocardiogénico, Hipotensión Ortostática y Ortostatismo.


Para quienes se pregunten, algunos de mis síntomas son:

  • Presión muy baja
  • Pulso muy bajo
  • Hipotermia (32-34 grados) y problemas de regulación de temperatura en general.
  • Mareo
  • MUCHAS Náuseas
  • Vómito
  • Gastroparesia
  • Síncope y Presíncope
  • Taquicardia postural Ortostática (POTS)
  • Colitis
  • Debilidad
  • Astenia
  • Falta de Aire
  • Apnea (tanto dormida como despierta)
  • Agotamiento extremo
  • Temblor fino
  • Problemas de concentración y memoria
  • Unos episodios que yo siempre llamé de “descontrol interno”, y cuando me pusieron mi marcapasos pude ponerle nombre a la sensación: voltaje.
  • Unos como ataque de sueño, pero no es sueño normal, sino que mi cuerpo dice: te apagas AHORITA. Le llamo “apagar el switch”.
  • Y…ya no tengo urinarios porque me pusieron mi marcapasos 😊

Suena como a demasiado, pero no saben lo mejor que estoy. Tuve que cambiar toda mi vida y mis hábitos, doctores, medicinas...pero justamente el buscar el diagnóstico ayuda muchísimo a trabajar en lo que necesitas y a tener la mejor calidad de vida posible. Y es justo por eso que la misión de la fundación es luchar por el correcto diagnóstico de las disautonomías complejas.


Y bueno…eso es todo…prometo que será el único post de esto, pero era para los que me preguntaban que qué onda.


¡Gracias por estar ahí!


Siempre,
Mai



Esta foto me encanta porque, si bien, mi abuelito no tuvo disautonomía, siempre fue mi más grande ejemplo para enfrentar la vida viendo para en frente, con la cabeza en alto y una sonrisa.

"We must face tomorrow, with whatever it may hold, with determination, joy and bravery"
Zach Helm

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